
“EN EL RUMOR DEL VIENTO”
Apareció entre las brumas el amanecer, iluminando con su luz las cúspides de las montañas, el pueblo se llenó de música (como si una gran orquesta diera un concierto) y las notas musicales provenían del trino de los pájaros, del viento con su leve caricia a las ramas de los árboles, el gasnear de los gansos y el cantar de los gallos.
Los habitantes de Ocotal siempre eran despertados de esta manera. El olor proveniente de las casas, era a dulce café recién preparado, y se mezclaba con los olores de los narcisos que adornaban casi todo el pueblo. Y los colores se pronunciaban al sentir los primeros rayos de sol, los saludos por la calle de los vecinos unos haciendo sus labores cotidianas y otros camino al trabajo.
-No sé porque no recuerdo… ¿Dónde dejé mi anzuelo?, lo he buscado por todas partes ¿Será que Betito lo agarró?, para burlarse de mí y verme dar vueltas por toda la casa; y ahora ¿Qué hago?, Cómo voy a pescar ¿con los dedos? ¡Ah ya sé!.-
Amanda amaba pescar y lo hacía muy bien, le encantaba la vida en el pueblo y todo lo que podía ofrecerle; desde que sé mudaron y ella apenas tenia cinco años y su hermano tres, sentía una libertad nunca antes vivida, claro venían de Managua donde nunca los dejaban salir y en cambio en el pueblo podían correr, subirse a los árboles jugar con chibolas, al trompo y sobre todo ir al río, aún recuerda la primera vez que lo vio, sus padres ya la habían llevado a la playa, pero esto era diferente el agua muy clara y tranquila, las rocas verde oscuras, los peces con cuatro ojos, y las plantas alrededor formaban un conjunto de maravillas por descubrir.
Ahora de diez años dominaba los espacios de esparcimiento aprovechándolos al
máximo, era Sábado por la mañana y quería pescar, pero la travesura de su hermano Alberto que por cariño lo llamaban Beto le complicaba un poco la situación por lo que decidió usar una botella, su padre le contaba que su abuela pescaba de esa manera, buscó una vacía en la cocina y colocó todas las cosas en su mochila.
Salió presurosa, le dio un beso a su mamá, que estaba en el patio barriendo, le dijo_ ¡ ya vengo voy al río! _ y salió corriendo para evitar que su madre le indicara todas las precauciones que debía tomar, solo quedó una nubecita de polvo por el camino.
Era Abril y las plantas cercanas al río reverdecían, las mariposas amarillas formaban como una ola en vaivén con el viento y se posaban de vez en cuando en conjunto en el agua, luego en las rocas eran preciosas; Amanda preparó las cosas, la botella era oscura para engañar a los peces y en el fondo puso un trozo de harina de maíz , hizo un hueco en la arena de una pocita que estaba lo suficientemente profunda para sus brazos, tres rocas alrededor para mayor estabilidad y listo el pequeño nicho de pesca.
Estaba tan concentrada en su labor que no se percató que había olvidado la gorra ahora si que se quemaría la cara y su mamá la reñiría, divisó también que no había tanta gente a pasar de el calor que estaba haciendo, solo una familia estaba por las peñas al lado de la posa más profunda, la madre lavaba en una roca con surcos horizontales, y los dos pequeños que al parecer eran gemelos jugaban en la orilla construyendo puentes y castillos de arena, él padre anda pescando río arriba, lo supo por que la señora les decía_ no se metan en lo hondo, su tata ya viene, ya va a bajar _.
Los pájaros se acercaban por que quedaron restos de harina en unas piedras por donde nadaba Amanda, ésta aburrida les tiraba piedras con la tiradora, otras eran las garzas pero estas no salían en bandada asustadas, mas bien se portaban indiferentes; se puso a nadar un poco apartado para no espantar a los pequeños peces, decidió flotar y que la corriente la llevara río abajo, le estaba dando sueño y recordó una de las historias del tío Pablo, hermano de su papá, que siempre había vivido ahí, él contaba que si te llegabas a dormirte entre las aguas del río, sin ningún presente observándote y sobretodo si eras de alma pura desaparecías inexplicablemente, otros decían que era por que el duende te llevaban o porque el río se alimentaba de las almas puras.
Eso la tenía sin cuidado, eran cuentos que inventaban los grandes para que los niños no nadaran en lo hondo y se ahogaran, pero a ella no le pasaría sabía nadar perfectamente. El adormecimiento en sus ojos, la música monótona del río y el vaivén, la sumergieron en un sueño profundo.
Apareció entre las brumas el amanecer, iluminando con su luz las cúspides de las montañas, el pueblo se llenó de música (como si una gran orquesta diera un concierto) y las notas musicales provenían del trino de los pájaros, del viento con su leve caricia a las ramas de los árboles, el gasnear de los gansos y el cantar de los gallos.
Los habitantes de Ocotal siempre eran despertados de esta manera. El olor proveniente de las casas, era a dulce café recién preparado, y se mezclaba con los olores de los narcisos que adornaban casi todo el pueblo. Y los colores se pronunciaban al sentir los primeros rayos de sol, los saludos por la calle de los vecinos unos haciendo sus labores cotidianas y otros camino al trabajo.
-No sé porque no recuerdo… ¿Dónde dejé mi anzuelo?, lo he buscado por todas partes ¿Será que Betito lo agarró?, para burlarse de mí y verme dar vueltas por toda la casa; y ahora ¿Qué hago?, Cómo voy a pescar ¿con los dedos? ¡Ah ya sé!.-
Amanda amaba pescar y lo hacía muy bien, le encantaba la vida en el pueblo y todo lo que podía ofrecerle; desde que sé mudaron y ella apenas tenia cinco años y su hermano tres, sentía una libertad nunca antes vivida, claro venían de Managua donde nunca los dejaban salir y en cambio en el pueblo podían correr, subirse a los árboles jugar con chibolas, al trompo y sobre todo ir al río, aún recuerda la primera vez que lo vio, sus padres ya la habían llevado a la playa, pero esto era diferente el agua muy clara y tranquila, las rocas verde oscuras, los peces con cuatro ojos, y las plantas alrededor formaban un conjunto de maravillas por descubrir.
Ahora de diez años dominaba los espacios de esparcimiento aprovechándolos al
máximo, era Sábado por la mañana y quería pescar, pero la travesura de su hermano Alberto que por cariño lo llamaban Beto le complicaba un poco la situación por lo que decidió usar una botella, su padre le contaba que su abuela pescaba de esa manera, buscó una vacía en la cocina y colocó todas las cosas en su mochila.
Salió presurosa, le dio un beso a su mamá, que estaba en el patio barriendo, le dijo_ ¡ ya vengo voy al río! _ y salió corriendo para evitar que su madre le indicara todas las precauciones que debía tomar, solo quedó una nubecita de polvo por el camino.
Era Abril y las plantas cercanas al río reverdecían, las mariposas amarillas formaban como una ola en vaivén con el viento y se posaban de vez en cuando en conjunto en el agua, luego en las rocas eran preciosas; Amanda preparó las cosas, la botella era oscura para engañar a los peces y en el fondo puso un trozo de harina de maíz , hizo un hueco en la arena de una pocita que estaba lo suficientemente profunda para sus brazos, tres rocas alrededor para mayor estabilidad y listo el pequeño nicho de pesca.
Estaba tan concentrada en su labor que no se percató que había olvidado la gorra ahora si que se quemaría la cara y su mamá la reñiría, divisó también que no había tanta gente a pasar de el calor que estaba haciendo, solo una familia estaba por las peñas al lado de la posa más profunda, la madre lavaba en una roca con surcos horizontales, y los dos pequeños que al parecer eran gemelos jugaban en la orilla construyendo puentes y castillos de arena, él padre anda pescando río arriba, lo supo por que la señora les decía_ no se metan en lo hondo, su tata ya viene, ya va a bajar _.
Los pájaros se acercaban por que quedaron restos de harina en unas piedras por donde nadaba Amanda, ésta aburrida les tiraba piedras con la tiradora, otras eran las garzas pero estas no salían en bandada asustadas, mas bien se portaban indiferentes; se puso a nadar un poco apartado para no espantar a los pequeños peces, decidió flotar y que la corriente la llevara río abajo, le estaba dando sueño y recordó una de las historias del tío Pablo, hermano de su papá, que siempre había vivido ahí, él contaba que si te llegabas a dormirte entre las aguas del río, sin ningún presente observándote y sobretodo si eras de alma pura desaparecías inexplicablemente, otros decían que era por que el duende te llevaban o porque el río se alimentaba de las almas puras.
Eso la tenía sin cuidado, eran cuentos que inventaban los grandes para que los niños no nadaran en lo hondo y se ahogaran, pero a ella no le pasaría sabía nadar perfectamente. El adormecimiento en sus ojos, la música monótona del río y el vaivén, la sumergieron en un sueño profundo.

Despertó acostada en la orilla de un río en un lugar bello, las aguas cristalina azuladas con algas multicolores, rodeada de múltiples flores de raros colores, se lavó la cara para terminar de despertar porque sintió que alucinaba, el agua en el rostro le llega a la boca y era dulce, pensó _todo es tan raro. . . talvez, estoy soñando_ miro su reflejo en el agua y se vio distinta el cabello muy largo y suelto ondulado por el viento, traía puesto un vestido blanco con pequeñas florecitas rosadas bordadas, miró a su alrededor y no era el pueblo, ni siquiera él mismo río, los árboles muy altos verdes con frutos jamás vistos, el agua corría en dirección opuesta, y no se alcanzaba a mirar el sol por el follaje, los pájaros cantaban melodías como salidas de flautas y violines, un miedo enorme la embargó, y volvió a reflejarse en el agua y pensó_ odio los vestidos ¿que pesadilla es esta ?_ de súbito apareció la imagen de otro reflejo un niño a su lado y volvió rápidamente la vista hacía él, este salto fugazmente entre unos arbustos llenos de flores, ella lo siguió, logro ver que traía puesto un traje azul de marinero camisa y pantalones cortos y una boina negra sobre su cabello, estaba intrigada y siguió corriendo para alcanzarlo, pero era inútil era tan veloz como una gacela, había corrido tanto que no sentía las piernas y se recostó en el tronco de un árbol éste era tan grande como una casa y noto que sobre el centro de él pasaba una corriente de agua azulada, tenía tanta sed que no pudo resistir y bebió hasta saciarse, pronto sintió un mareo. Todo era como un delirio incontrolable he inexplicable, sentía que sus pies flotaban y volaba, sin moverse del sitio, cerró los ojos por un instante.
Al abrir los estaba frente a ella el pequeño personaje, le sonreía, la observa, la olía. Él le dijo _Amanda, si eres tú, que bueno que venistes, te he estado esperando, si, esperando desde siempre. . . _ el bosque enmudeció. Ella lo miró sorprendida y sus ojos la sumergieron en un estado de bienestar total, sentía por dentro júbilo, felicidad y una fuerza como un torrente incontrolable, sentía latir el oleaje del agua en sus venas como si
el río y ella fueran uno solo, la vida misma la paz eterna cerró sus párpados y se dejó llevar por ese sentimiento.
El tiempo pasó y el sol se escondía en el horizonte rojizo y plateado, las garzas volaban en bandadas buscando su refugio cercano, los grillos y cigarras iniciaban su concierto nocturno, el agua del río se tornaba oscura y cobriza por la falta de luz, un murmullo de voces se oía a lo lejos las palabras no se distinguía el viento se las llevaba dejando un sonido incomprensible. El coro de voces se acercaba y se lograba distinguir un nombre
¡Amanda!, luego ¡donde estas! Y así el sonido se tornó intermitente una y otra vez:
-¡Amanda!. . .-
Se divisaba linternas a lo lejos ya que la oscuridad calló, la búsqueda continuaba
Iluminaban el agua esperando encontrar alguna pista del paradero de la niña pescadora.
Era inútil, ya perdían las esperanzas, cuando uno de los participantes encontró en la orilla _Aquí hay algo_ todos corrieron al sitio, se juntaron alrededor como unas doce personas y los familiares comprobaron que era la mochila de Amanda, la madre sollozaba; en la misma dirección en el agua encontraron la botella repleta de peces de diferentes colores no eran sardinas comunes lo que les pareció extraño, la madre grito pensando lo inevitable el grito de agonía resonó el silencio nocturno.
Alguien dijo_ buscaremos mañana, empezando de aquí vamos a dejar una marca_ así fue y se fueron retirando lentamente como esperando una sorpresa de último momento pero, solo se llevaron un sentimiento que los unía de pérdida y frustración.
Cuentan que en el mes de Abril cuando el viento resopla se oye rumor de voces
en la corriente del río y que a veces se distingue la voz de una niña y las personas del pueblo comentan_ “es la niña pescadora”_ otros _ “es Amanda pescando”_ Y el viento susurra una risa burlona, de niño que nunca creció. . .
Foto de JJ Mendez
Al abrir los estaba frente a ella el pequeño personaje, le sonreía, la observa, la olía. Él le dijo _Amanda, si eres tú, que bueno que venistes, te he estado esperando, si, esperando desde siempre. . . _ el bosque enmudeció. Ella lo miró sorprendida y sus ojos la sumergieron en un estado de bienestar total, sentía por dentro júbilo, felicidad y una fuerza como un torrente incontrolable, sentía latir el oleaje del agua en sus venas como si
el río y ella fueran uno solo, la vida misma la paz eterna cerró sus párpados y se dejó llevar por ese sentimiento.
El tiempo pasó y el sol se escondía en el horizonte rojizo y plateado, las garzas volaban en bandadas buscando su refugio cercano, los grillos y cigarras iniciaban su concierto nocturno, el agua del río se tornaba oscura y cobriza por la falta de luz, un murmullo de voces se oía a lo lejos las palabras no se distinguía el viento se las llevaba dejando un sonido incomprensible. El coro de voces se acercaba y se lograba distinguir un nombre
¡Amanda!, luego ¡donde estas! Y así el sonido se tornó intermitente una y otra vez:
-¡Amanda!. . .-
Se divisaba linternas a lo lejos ya que la oscuridad calló, la búsqueda continuaba
Iluminaban el agua esperando encontrar alguna pista del paradero de la niña pescadora.
Era inútil, ya perdían las esperanzas, cuando uno de los participantes encontró en la orilla _Aquí hay algo_ todos corrieron al sitio, se juntaron alrededor como unas doce personas y los familiares comprobaron que era la mochila de Amanda, la madre sollozaba; en la misma dirección en el agua encontraron la botella repleta de peces de diferentes colores no eran sardinas comunes lo que les pareció extraño, la madre grito pensando lo inevitable el grito de agonía resonó el silencio nocturno.
Alguien dijo_ buscaremos mañana, empezando de aquí vamos a dejar una marca_ así fue y se fueron retirando lentamente como esperando una sorpresa de último momento pero, solo se llevaron un sentimiento que los unía de pérdida y frustración.
Cuentan que en el mes de Abril cuando el viento resopla se oye rumor de voces
en la corriente del río y que a veces se distingue la voz de una niña y las personas del pueblo comentan_ “es la niña pescadora”_ otros _ “es Amanda pescando”_ Y el viento susurra una risa burlona, de niño que nunca creció. . .
Foto de JJ Mendez
2 comentarios:
Benita: ¡Gracias! Me has hecho vivir unos momentos de cielo;
He seguido tu relato, dramatico, con gusto y felicidad. Tienes una fantasia dulce y positiva: Un alma limpia y celeste. Eres un don de Dios.
cool blog
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