EN SUEÑOS
Os puedo asegurar que rehúyo la nostalgia,
que trato de pensar con los pies en el suelo ,
buscando explicaciones concretas a las cosas
que vienen del ayer desprovistas de velo.
Pero es cierto que hay noches que regreso al pasado,
amparado en la trama secreta de los sueños,
y rebaso las metas que me quedaron grandes
cuando yo, por los años, aún era pequeño.
He subido a las cimas azules de las sierras
que siempre me llamaron, inhiestas, a lo lejos,
como amigos gigantes sin piernas y sin brazos
sentados en el suelo y contando los senderos.
He amaestrado al aire que eleva a las cigüeñas
como si fueran plumas que reclamara el cielo,
me he hecho, con él, collares y sandalias
que me han hecho nombrarme arquitecto de vuelos.
He tenido las vegas tendidas en mis manos,
y el trigo en los bolsillos como inmensos graneros,
he sido labrador de besana infinita
que iba abriendo la tierra por vaguadas y oteros.
He llevado pastar gigantescos rebaños
que nevaban el campo con miles de carderos
poniendo en la alborada y al filo de la tarde
un himno magistral de esquilas y cencerros.

Y sin querer vivir jamás de la nostalgia
he sentido emociones y he bebido los vientos,
cuando escuché las voces que hablaban del pasado
con sus entonaciones, sus giros y sus gestos.
Mil veces he soñado que era un hombre más
dentro del engranaje que hace marchar a un pueblo
con gesto decidido, con aciertos y errores,
y con los definimos marcados con anhelo.
He sido lavandera por todos los arroyos,
y gañán que mimaba animales y aperos,
he trillado las parvas y he elevado almiares
apisonando pasto con pasión y denuedo.
Y he sido el albañil que construía las casas,
y en la fragua candente también he sido herrero.
He cortado los troncos de robustas encinas
y para darles forma he sido carretero.
He construido chozos que albergan a pastores
y entré en las corraladas para hacerme porquero
y llevar, enrollada al cuerpo, la gran tralla
que hace temblar al aire cuando restalla en trueno.
He paseado las calles vestido de domingo,
y destripé terrones con los botos de cuero
que imponen la pisada lineal en los barbechos,
como marca imborrable que se hiciera con fuego.
He bailado en las fiestas laicas y religiosas,
he estado en las tabernas bebiendo vino nuevo,
he sido el mismo vino para besar las bocas
de la gente que llevan el sello de lo bueno.
He barrido las calles, y pinté las fachadas,
he sido el poeta, el alcalde, el pregonero.
Me he llenado las manos con tierra roja y negra
cuando, sentado al torno quise ser alfarero.
Me vestí de soldado para imponer un orden,
voceé por las calles con voz de pregonero.
He sido niño chico, con bolsa de bolindres
y al amante en las rejas le dicté los “te quiero”.
He usado con mis manos las letras de la historia,
las que anotan las notas del pulso verdadero
que un pueblo quiere y vive, en contra de avatares,
para formar la base de un tiempo venidero.
He extendido mil finías eléctricas, por montes,
he filtrado las aguas claras de los veneros,
donde los hombres matan la sed de los ardores
y al resto de animales sirve de abrevadero.
He encendido, firme, mechas de pirotecnia,
que resultan en fuentes de luz de verbenero
en las celebraciones de fechas memorables
que han de ser recordadas por un fuego certero.
Y ahora, despierto, quiero que quede clara y firme
la intención más honesta, y pongo en candelero,
para que se publiquen en todas direcciones,
todas las realidades que a mi tierra le quiero.
Quiero que el cielo pinte estrellas relucientes
y que sirvan de guía, en la noche, los luceros,
para que así los hombres que habitan en su seno
sepan hallar caminos con rumbos bien certeros.
Que no es cuestión de sueños, si no de realidades,
el anhelo que siento, el futuro que quiero
para que, donde un día vine a ser a la vida
llegue a ser un hogar hermoso y placentero.
Que no sientan los hombres el instinto de huída,
que nadie tenga el alma pendiente del alero,
y que unas nubes sean, ansiosas, la esperanza
de que cambie, en la tarde, la vida un aguacero.
J. S. del Viejo.
Imagen de andalusevi
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