
Para qué la poesía
Pablo Moramoraleja@telcel.net.veProfesor Titular, Jubilado, UNETSan Cristóbal, Táchira, Venezuela
Pablo Moramoraleja@telcel.net.veProfesor Titular, Jubilado, UNETSan Cristóbal, Táchira, Venezuela
Para mantener abierta la palabra
Para reinar sobre la muerte
Para revivir cada día
Para sentir junto con los otros
Para sacar la flor de las cenizas
Para vigilar mientras todos duermen
Para que le sirvan
Para apuntalar el sueño
Para servirse
Para alimento espiritual
Para unir lo posible con lo imposible
Para salvar del diario morir
Para hacer más vivo el vivir
Para la Poesía y la Verdad
Para la vida
Para transformar la vida
Para limpiar cuando el poder corrompe
Para cambiar la vida
Para alentar todas las otras formas
Para la fidelidad al relámpago
Para la memoria de los pueblos
Para la salvación del hombre
Para el asombro antiguo
Para un no sé qué
Para descubrir los secretos del mundo
Para llevar el infinito a cuestas
Para salir a la percepción de la mirada
Para alumbrar la maravilla
Para todos y por todos
Para despertar a latigazos el silencio
Para defender el milagro de la vida
Para amar a los otros
Para la vida
“No sirve para alcanzar el poder, pero sirve para responder al poder con sentimientos cercanos. No sirve para enseñar a nadie nada, pero sirve para mostrar lo que acontece por el mundo. No sirve para matar, no sirve para morir, no sirve para rezar ni para jugar con fuego. Pero sirve para emocionar, para vivir en otros cuerpos, para vivir sintiéndose vivido, para sentir la belleza y hondura de las palabras que nos explican cómo somos. No sirve para gritar, no sirve para llorar, pero sirve para sentir el deseo, para alzar la voz en silencio, para que su tristeza te atraviese el pecho. No sirve para liberar a nadie, no sirve para juzgar a nadie. Pero sirve para hablar con libertad, para proclamar la inocencia de las cosas, para rebelarse contra la locura de la historia. No sirve para bailar, para emborracharse. Pero sirve para celebrar la vida, para embriagarse de otros sentidos, para moverse por otros lugares. Da vida a los muertos y nombra lo que a menudo no tiene nombre. No sirve para la muerte. Sirve para la vida. Es nada, pero al final sirve.” (Kepa Murua).
Sirve para llevar a Dios a misa. Para que la primavera camine al mercado entre panaderías y palomas. Para que a la mesa lleguen recién casados los sabores del mar y de la tierra. Para que las gaviotas repartan el aroma de la rosa en las arenas. Para salir a todas las calles del mundo a repartir pescado. Para saber por quién la lluvia y los pájaros del mar llorarán mañana. Sirve para esconderle los dados a los dioses. Para que hablen los pueblos por su canto. Para dar con todos los azules de la tierra hacia la luz total de nuestras cosas. Para darle la mano a las manos temblorosas de la lluvia e irse cantando entre la dicha y la dureza, la cólera o ternura. Sirve para saber que no tenemos más remedio que vivir, ni más recuerdo que la vida. Para decidir dónde plantar los árboles, de nuevo. Para dejar escrito en la piedra el sueño del domingo.
Sirve para medir el hambre. Para saber bien en qué lugar hay sangre, dónde queda la razón, dónde la palabra, dónde la injusticia. Sirve para que ni un hombre pase sin que reine y sigan naciendo hasta llenar el mundo, sin que nadie los divida sino el sol o la noche, la lluvia o las espigas. Para que el mundo se pueble de palomas, y el hombre recuerde las sombras que nadó, hasta que quiera saltar al agua para caer al cielo. Sirve para distribuir las flores del mañana e ir galopando en el viento sobre el caballo de la lluvia. Para abrir cajones, llenar platos, destapar versos y botellas, vigilias, madrugadas y retratos, hasta que alguna vez si ya no somos, si ya no vamos ni venimos, estemos juntos, extrañamente confundidos, sirviéndole a la vida. La poesía es siempre un acto de paz. El poeta nace de la paz como el pan nace de la harina. (Poesía, Sociedad Anónima).
Sirve para llevar a Dios a misa. Para que la primavera camine al mercado entre panaderías y palomas. Para que a la mesa lleguen recién casados los sabores del mar y de la tierra. Para que las gaviotas repartan el aroma de la rosa en las arenas. Para salir a todas las calles del mundo a repartir pescado. Para saber por quién la lluvia y los pájaros del mar llorarán mañana. Sirve para esconderle los dados a los dioses. Para que hablen los pueblos por su canto. Para dar con todos los azules de la tierra hacia la luz total de nuestras cosas. Para darle la mano a las manos temblorosas de la lluvia e irse cantando entre la dicha y la dureza, la cólera o ternura. Sirve para saber que no tenemos más remedio que vivir, ni más recuerdo que la vida. Para decidir dónde plantar los árboles, de nuevo. Para dejar escrito en la piedra el sueño del domingo.
Sirve para medir el hambre. Para saber bien en qué lugar hay sangre, dónde queda la razón, dónde la palabra, dónde la injusticia. Sirve para que ni un hombre pase sin que reine y sigan naciendo hasta llenar el mundo, sin que nadie los divida sino el sol o la noche, la lluvia o las espigas. Para que el mundo se pueble de palomas, y el hombre recuerde las sombras que nadó, hasta que quiera saltar al agua para caer al cielo. Sirve para distribuir las flores del mañana e ir galopando en el viento sobre el caballo de la lluvia. Para abrir cajones, llenar platos, destapar versos y botellas, vigilias, madrugadas y retratos, hasta que alguna vez si ya no somos, si ya no vamos ni venimos, estemos juntos, extrañamente confundidos, sirviéndole a la vida. La poesía es siempre un acto de paz. El poeta nace de la paz como el pan nace de la harina. (Poesía, Sociedad Anónima).
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