03 julio 2011
Maria Teresa Bravo Bañón,
Desparramados en el césped
Sentíamos el crujir silenciado
del crecimiento de la hierba .
Amábamos hasta el diálogo vivaracho
de las hormigas que la escalaban
como beduinos trepando a la madre de los dátiles.
Una, cándida avispa de porte presidiario
se le posó en su mano abierta.
Le dijo unas palabras hermosas,
al estilo de Orfeo del siglo XXI
que dominase el arte de hechizar
con su voz melindrosa a las criaturas .
Confiada voló de entre sus dedos,
llevándoles a sus hermanas
la buenanueva de la caricia
en sus alas de un humano .
Por los ojos biselados de las avispas,
a más de una se les escapó
una lágrima clandestina .
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