CONCIERTO
No se cruzan las miradas, basta con sentirse mutuamente.
Asciende la nota por corceles, blanda desata su presencia:
Pétalos que abren la penumbra de la sala, de repente, de la nada.
El capullo se ha cerrado hacia el pliegue del misterio
- el escucha, impávido, no ha desatado aún de sus miembros los sonidos
que son ya recuerdo de ese goce fugaz y certero.
Ellos continúan, agónicos, dotados de esa sed por lo inasible que sale de ese enlace
entre cuerpos e instrumentos.
Ambiente estremecido por esa red de enigmas que emana de ondulantes y alados
sonidos.
Prolija sensación de advenimiento, espera de un instante tan eterno como el otro,
tan efímero, tan pleno, tan brutal en fuerza interna que jalona la epidermis.
Y son brazos, piernas, alientos, voluntades, arrobos enlazados que ejecutan en su
rapto una danza que pervierte los sentidos, trastoca las entrañas, prende fuego a
ese pacto sin miradas que incitan.
La seducción tiene matices dilatados.
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