Sin ti,
no.
Sin ti, ni un paso más.
Ni al pasado ni al olvido ni al futuro.
Sin
ti sólo el grito con lágrimas,
agazapado, trizándose la lengua,
esperando
el minuto distraído
en que me saltaré las sienes
una tarde de otoño;
en
una de esas fugas del misterio
en que Dios se descuida, sin
quererlo.
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