10 julio 2012

Manuel Altolaguirre


BESO

¡Qué sola estabas por dentro!
Cuando me asomé a tus labios 

un rojo túnel de sangre, 
oscuro y triste, se hundía 
hasta el final de tu alma.
Cuando penetró mi beso, 

su calor y su luz daban 
temblores y sobresaltos 
a tu carne sorprendida.
Desde entonces los caminos 

que conducen a tu alma 
no quieres que estén desiertos.
¡Cuántas flechas, peces, pájaros, 

cuántas caricias y besos!


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