LA CAÍDA
II
Prófugo
de mi ser, que me despuebla
la antigua certidumbre de mí mismo,
busco mi
sal, mi nombre, mi bautismo,
las aguas que lavaron mi tiniebla.
Me
dejan tacto y ojos sólo niebla,
niebla de mí, mentira y espejismo:
¿qué
soy, sino la sima en que me abismo,
y qué, si no el no ser, lo que me
puebla?
El espejo que soy me deshabita:
un caer en mí mismo
inacabable
al horror del no ser me precipita.
Y nada queda sino el
goce impío
de la razón cayendo en la inefable
y helada intimidad de su
vacío.
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