
Por el camino se me
van cayendo
frutas podridas de
la mano
y voy dejando
manchas de tristeza en el polvo
donde quiera que
piso;
un pájaro amanece
ante mis ojos
y en seguida
anochece entre sus alas;
la asamblea de
hormigas se disuelve
cuando en mí la
tormenta se aproxima;
el sol calienta al
mar en unas lágrimas
que en el camino
enciende mi presencia;
la desnudez del campo va
vistiéndose
según van mis
miradas acosándole
y el viento hace
estallar
una guerra civil
entre las hierbas.
Noticia triste de
mi cuerpo dictan
las verdes amapolas
en capullo,
la codorniz se
espanta
y asusta al macho
con historias mías.
que solía vestirme
cuando entonces:
clámide con las
voces de los pájaros,
el graznido del
cuervo, la carrera veloz de la raposa
–a la que llaman
zorra mis parientes–,
del arroyo que un
día se llevaba mis pasos
y de olores de jara
y de romero
hace tanto
tejida.
Días de mi
ascensión, cuando el lagarto
solía conocer mis
intenciones,
cuando solía la
retama
pedirme venia para
echar raíces,
cuando algún
cazador me confundió
con una piedra viva
entre las piedras.
Pero yo te conozco,
campo mío,
yo recuerdo haber
puesto entre tus brazos
aquel cuerpo
caliente que tenía,
haber dejado sangre
entre los surcos
que abrían los
caballos de mi padre.
Yo te conozco y
noto que tus senos
empiezan a ascender
hacia mis labios.
Imágen: SRRA
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