22 septiembre 2012

CARLOS JAVIER MORALES






EL PASEANTE

         Apoyaba su oído en la negrura
         de todas las fachadas más viejas de mi pueblo.
         Caminaba despacio y se miraba
         en los charcos de lodo del Parque del Retiro.
         Y siempre que podía hacía una pausa
         en los puestos de fruta al aire libre.
         En los días de lluvia sonreía
         y contaba las gotas de todos los cristales.
         No quería mirar al sol de frente
         en las tardes de agosto: le bastaba
         con el ardor sediento del asfalto.
         Le daba miedo el mar: como los niños,
         quería tocarlo todo y se inquietaba
         al ver el horizonte siempre lejos.
         Le faltaba la luz y el aire y el sonido.
         Buscaba a Dios por todas las esquinas.

                                      (De Este amor y este fuego)

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