Caminas y
caminas con tu niño cargado
del campo
al centro urbano, de la ciudad al campo.
A veces el
autobús te lleva
mientras
sueñas con un mundo mejor.
Viajas con
la esperanza de un riachuelo
hacia las
lluvias que caerán en algún paraíso.
De talle
fino y el andar de espiga
aún tienes
fuerza para embellecerte
con un
turbante que te queda bien
y tienes
temple para unir tus fuerzas
en
solidario apoyo, a las otras mujeres
Plantas
medicinales, las conoces
y riegas
con tus lágrimas
¡Retrocede,
desierto!, es tu reclamo.
Un trocito
de espejo es un tesoro
haces
milagros
con alguna
hortaliza del camino
Luchar es
tu bandera
de escudo,
llevas el corazón.
Te cuento
en confidencia
—te pareces
un poco
a la mujer
del campo en Venezuela
en su amor
a los hijos
por la
brega constante
ante los
desafueros del poder
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