Concha Urquiza. Poeta mexicana nacida en Morelia,
Michoacán, en 1910. Su precocidad literaria se inició con la lectura de clásicos
españoles, griegos y latinos. A partir de los once años publicó sus primeros
poemas en la Revista de Yucatán y en Revista de Revistas. Durante la juventud
pasó de la militancia en el partido comunista a la adopción de diversas teorías
estéticas y políticas. En 1937 entró en una crisis que la llevó a romper con su
pasado, ingresando en un convento de monjas docentes de donde se retiró pocos
meses después para dedicarse a la enseñanza de la lógica e historia de las
doctrinas filosóficas en la Universidad de San Luis de Potosí. Estudió además
Derecho y Filosofía en Ciudad de México. Pese a sus amistades con poetas y
escritores de su tiempo, nunca perteneció a grupos literarios, interesándose más
bien por exteriorizar sus emociones íntimas y descuidando la recopilación de su
obra a la que sólo en los últimos años se le ha concedido la importancia que
merece. Lo más importante de su producción se encuentra en «El corazón preso»,
publicado en 1990 y basado en la recopilación de Gabriel Méndez Plancarte en
«Bajo el signo del ábside» en 1945. Con treinta y cinco años falleció ahogada en
aguas de Ensenada, Baja California, México, en 1945. Murió junto a ella un
compañero de excursión.
Ya corre el corazón por este suelo...
Ya corre el
corazón por este suelo
Como antes del remanso el agua impura:
Aún lleva tierras en la entraña obscura
Y pretende copiar la faz del cielo.
Van creciendo el dolor y el anhelo,
La corriente se turba y se apresura,
Y es fuente el sedimento de amargura
Más que las alas con que intenta el vuelo.
Si tendieras la mano solamente
Y el agua temblorosa se aquietara,
Ya, contemplando el cielo largamente,
¡Oh Deseado!, el corazón dejara
flotar sobre su sueño transparente
la divina belleza de tu cara.
Como antes del remanso el agua impura:
Aún lleva tierras en la entraña obscura
Y pretende copiar la faz del cielo.
Van creciendo el dolor y el anhelo,
La corriente se turba y se apresura,
Y es fuente el sedimento de amargura
Más que las alas con que intenta el vuelo.
Si tendieras la mano solamente
Y el agua temblorosa se aquietara,
Ya, contemplando el cielo largamente,
¡Oh Deseado!, el corazón dejara
flotar sobre su sueño transparente
la divina belleza de tu cara.
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