- Con brusca palidez, abandonó la plaza sin orillar su bastón
la vereda. Por curiosidad quise seguirlo pero en un segundo
de distracción lo perdí de vista, Lo habría podido evitar, seguí
caminando, desde una estrecha calle asomaba un eco
desgarrador. me acerqué a la casa, la puerta estaba abierta,
la gente llevaba flores, una mujer me invitó a entrar.
La casa de techo bajo y la gélida luminosidad era el llanto.
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