25 junio 2014
Mar Blanco.
Entregué una rosa
desde mis labios sin rostro.
Me lo robó un cuervo que
ahora me mira
-desde lo profundo-
En sus alas se llevó
mi fragancia.
Cada vez que miro atrás
se me cruzan estas aves.
Es necesario remontar
y poner a rodar una bola negra
descendiendo por la montaña.
Se desintegra en el mar,
me desaloja.
Una fina lluvia de plata
me baña,
deshaciendo vendas
- adheridas a la piel-
de rotos abiertos
de la ternura, la flor
y la inocencia.
Blancas las cicatrices.
En el corazón en zarzas
un pájaro pequeño y su canto
-apenas imperceptible-
Su huella, el destello.
En la mejilla una caricia
y la cuenta atrás hacia la luz
-inasible-
Camino al sol.
Despellejar la piel de aquel tiempo,
volver a empezar.
El amor de paso,
la única pieza posible
que completa este puzle.
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