11 abril 2015

Juana Ríos





Como enormes galápagos marinos
que se arrastran por el laberinto sin fin
de las calles y avenidas de la ciudad.
Y sólo aciertan a beber en los charcos turbios
que perviven en los socavones del asfalto.
En su desesperación olvidaron el azul,


es sólo un recuerdo difuso,
un olor sin identificar escondido muy profundo,
inquientando las entrañas.

Como la luz naranja y pequeña del farolillo en el jardín,
donde palpita la vela mientras se funde,
temerosa del viento que arranca las flores del jazmín
y hace bailar su llama al son de su capricho.

Como la nave que atraca en el puerto
y trae toda la luz del océano en sus velas,
la sal que abraza la piel de madera y corroe lentamente,
nostalgia eterna de la quilla
que anhela abrir caminos,
siempre efímeros, en el agua.

Así vive el deseo y arañan los sueños,
siempre desde muy dentro,
con una voz en susurros,
como una herida con un dolor antiguo.


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