12 diciembre 2018

Javier Sánchez Durán



MOLINO DE LA VEGA, CALLE TRIGUEROS, AÑOS 60



Aquellas interminables tardes de verano,
gozosas tardes de pan con aceite
que con los años se tornaron
en tardes de vino y hermosos geranios
en un luminoso patio
donde se cocía cotidianamente la vida
y el tiempo tórrido lo secaba todo.
Allí vivimos la sal y el salitre de la marisma próxima,
carreras y saltos al vacío del tiempo,
la búsqueda del tesoro de los besos robados
en la frontera informe de aquel barrio nuestro
con las cuadriláteras salinas del misterio oscuro
donde soñábamos libar una piel nueva
que llevara el gusto a la miel y a la albahaca de nuestros patios.
Eran tardes largas de estío
que se estiraban hasta la madrugada
en las que componíamos la vida
con pequeñas notas en la sinfonía triste del tiempo.
Nos bebíamos la mar toda de un solo trago
hambrientos de olas y de espuma
y reíamos porque estábamos vivos sin saberlo del todo
y la vida era tanta que nos salía por los ojos
y por la boca inmensa
con la astucia de un gato callejero
que a nadie pertenece y pertenece a todos.


"Versos de un viajero confuso" ED- NIEBLA




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