27 mayo 2009
26 mayo 2009
Poema de Pedro Javier Martín Pedrós, del libro " Travesía Interminable "
Poema de LUPE GARCIA ARAYA. Copyright © Del libro " Síntesis del alma "
Abrazos de náufrago
Desde la ventana de nuestro blog, queremos compartir con todos nuestros amigos este tercer libro“ Abrazos de Náufrago “ de la colección “Poesía en la distancia “, así iremos abriendo, poco a poco, las páginas del mismo. ´
Yo bailé mil boleros.
Entre los maizales verdes,
el trigo más amarillo,
el aserradero de mi abuelo,
y la Iglesia de San Pedro,
yo bailé mil boleros,
susurrando muy quedo,
lo que la animadora cantaba,
con tu mano entre mis dedos,
hasta sentir el terciopelo
de una piel que no era mía.
Bailé mil boleros para una piel
que nunca tuvo maíz ni trigo
ni aserradero de un abuelo
ni Iglesia de San Pedro.
La que una noche de plenilunio,
a la altura de su pecho,
sintió una caricia de terciopelo
mientras bailaba descalza
uno de mis boleros.
25 mayo 2009
Poema de Antonio Orihuela
a David González, Jesús Márquez y Daniel Macías,
impecables viajeros
y a Manuel Vilas que me prestó su 850.
Mi primer coche lo compré en 1991,
un Citroën Mehari del 79,
uno de los últimos modelos que se fabricó en España,
cuando aún no había autopistas
y las carreteras eran sitios
donde se podían alcanzar velocidades de crucero de 70 Km./h.
Se lo compré a un mecánico de Sevilla,
mi padre vino conmigo a verlo,
cuatro barras y una lona vieja y raída a modo de capota
que mi madre cosía una y otra vez
porque solía rajarse
y entonces parecía el buque fantasma
desplegando sus velas en mitad de la noche,
por la carretera de Lucena,
cuando desear era tan fácil
y el verano se extendía más allá de la comisura de nuestros labios
por la hierba breve de la casa de los sueños azules de Paco
Naranjo,
bajo la luz de la piscina del pulpo verde
y los hermosos cuerpos que ya no volverán.
Mi padre había venido todo el camino diciéndome
que si no había más coches en el mundo,
que había que ver la porquería que iba a comprar.
-No había, no había más coches en el mundo
que mi Mehari verde,
un coche de juguete para un mundo de adultos
que se habían cansado de jugar.
Mi padre le pidió al mecánico que le abriera el capó
y cuando vio lo que había allí dentro estuvo a punto de echarse a
llorar,
latas viejas, piezas comidas por el óxido y la corrosión,
vestigios de la posibilidad de vida más allá de la muerte
envueltos en varios dedos de grasa negra y compacta
que manchaba con solo mirarla.
Le preguntó al mecánico que cuánto quería por aquel montón de
chatarra.
-Trescientas mil.-
Será cargado de chorizos –le dijo.
Y el tipo aquel se puso rojo
y cerró el capó con sus gomitas entre los dedos.
Me había costado tres meses ganar ese dinero,
tres meses perdiendo los ojos de ocho a tres
en una fría habitación del Servicio Provincial de Arqueología
de la Excelentísima Diputación Provincial de Huelva,
tres meses absurdos
perdidos en dibujar fragmentos absurdos
extraídos del vientre de los siglos
en el corte y estrato de vetetúasaberdónde
según la metodología bulldozer,
clasificados en bolsas según el método Ogino,
dibujados según el plan Badajoz
e interpretados delante de una baraja de cartas de la bruja Lola
y tres velas negras, una por cada Doktor inútil
que allí seguirá haciendo como que trabaja
y otra por el calvo pelota con despacho propio
encargado de tocarse los huevos, leer el periódico
y vigilarnos.
-Trescientas mil.
Mis primeros tres sueldos,
se lo dije al Mehari, bajito, como una confesión,
un intento de reconciliación con aquellos cuatrocientos kilos de
plástico ABC
y fibra de vidrio,
un intento de ganarme su confianza
para que aceptara venirse a casa, conmigo.
-Los platinos, estaría bien cambiárselos, me dijo el mecánico
antes de esfumarse.
Se los cambiaba cada año
pero siempre le costó arrancar.
Después hubo que cambiarle la batería,
los cables de arranque y las bujías,
la caja de cambios, que me enteré catorce años después
siempre había estado suelta,
la dirección, las trócolas, el bombín de la gasolina,
el depósito de combustible, el panel del velocímetro,
el interruptor de la intermitencia y hasta el cenicero
le cambié en una prospección arqueológica por Valverde
en la que me encontré un Dyane abandonado
que tenía intactos los muelles de los asientos
y un cenicero donde no había fumado nadie nunca.
Las ITV las pasaba porque le pintaba de betún las ruedas,
le rellenaba de plastilina los agujeros,
le echaba pegamento en los faros para que no se movieran,
ponía cara de cordero degollado
y me encomendaba a la Virgen de los Desamparados.
En verano, si arrancaba,
era una fiesta continuar hasta la playa,
quitarle los asientos y llevarlos hasta la orilla,
sentarse allí en un Mehari invisible
y mirar las olas
y el mundo que no parecía tan malo a la vuelta.
Pero en invierno
había que subir en él como si hubieras quedado con Admunsen en
el Polo
y la lluvia entraba por todas partes
y se balanceaba en las curvas desbordando el salpicadero,
mojándolo todo,
achicando agua con las esterillas de plástico,
moviendo con la mano izquierda las escobillas perezosas del
parabrisas,
empujando con la derecha las bolsas de agua de la capota,
taponando con cartones
las brechas del techo por donde el agua corría como un surtidor,
viajes hoy predecibles que fueron ayer
duchas frías a todo lo largo y ancho del suroeste de la península
ibérica.
Subiendo un día a Zalamea se le rompió el bombín de la gasolina
y lo arreglé con un chicle.
Bajando otro día de Jerez fue el cable del acelerador
y se lo cambié por un cordón de mis zapatillas.
Nos montábamos cinco inútiles, cinco mochilas, dos jalones,
mil bolsas con material arqueológico, dos cámaras,
veinticinco mapas escala 1:25.000,
podía con todo el coche de plástico con su volante de plástico
y sus asientos de escai negro y su alma blanca.
Catorce años a mi lado, catorce mil averías entre mis manos,
catorce llantos por cada una de sus esquinas,
catorce años descargando maricones,
catorce años las orejas del bóxer Dor ondeando al viento en el
asiento de atrás.
Catorce corazones, catorce cruces clavadas en el monte del olvido
y un poema que le escribimos David González y yo en Ayamonte,
un poema que hablaba de pasajeros que llegaban a la estación de
la vida
tal vez porque por aquellos años estábamos sentados en mitad de
las vías
,esperando un tren que nunca se dignó a pasar y arrollarnos.
Mi perro Dor se fue en él no hace muchos días,
en una mañana fría de invierno,
fuimos a comprar su pienso
y en la tienda nos dijeron que era el último saco,
que ese pienso ya no se volvería a fabricar,
el pienso que mi perro había comido toda su vida.
Me dijeron lo mismo del corazón de los dos,
ya no se fabrican corazones de lata ni corazones de perros como
estos,
todos los corazones a partir de cierta edad se vuelven de plástico,
como los abrazos de los hombres que un día fueron tus amigos.
Yo había soplado esa tarde una tarta con cuarenta velas,
pero no sabía que había soplado tan fuerte ni tan lejos
como para que los dos me dijeran adiós al mismo tiempo
y para siempre.
(De La ciudad de las croquetas congeladas. Editorial Baile del Sol. Tenerife. 2006)
23 mayo 2009
Poema de Claudia Villafañe
EL PUÑAL DE TU NOMBRE
A través de mi espina dorsal,
socava en frío, el puñal de tu nombre.
Contenido entre las vértebras,
un dolor antiguo toca el hueso
recordándome que sigo viva.
Involuntario, se impulsa el aire
desde el centro del tórax
a las orillas de mis dedos.
Aún respiro.
Como si vivir solo fuera inspirar
o exhalar humedeciendo lagrimales.
Nada más absoluto y fisiológico
que el llanto contenido,
mientras la boca burla en risas
la agonía permanente de tu ausencia.
Solo soy una unidad corporal,
surcada de oscuras premoniciones.
Un fluir de la sangre, a mi pesar.
Esta máquina precisa del oxígeno
como mi alma necesita de la tuya.
Entonces, revuelve la herida
la memoria de esas letras
con que suelo llamarte.-
Foto de: Marta Mercader
22 mayo 2009
Poema de Luis García Montero
Reseña biográfica
21 mayo 2009
Poema de Estel Julià
Poema de Isabel Pérez Montalbán
80.000 ENTRADAS EN EL BLOG.
Estamos convencidos que la vida la hacemos más hermosa cuando la compartimos con los demás.
Poema de Angel-Vicente Umbert
Foto de Saul Zelan
¡¡ NO MAS VIOLENCIA MACHISTA !!
20 mayo 2009
Poema de María Salvador
Poema de Alejandra Pizarnik
19 mayo 2009
Poema de Alejandra Peart
En estas horas (2005)
En estas horas es un libro con la frescura de la juventud, pero con la malicia literaria necesaria para que fluya su lectura. Alejandra Peart expresa lo justo y quita lo accesorio. Poesía del cuerpo y de la entrega que nos muestra lo que todo poeta debe de mostrarnos: la felicidad del lenguaje…
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Alejandra_Peart"
Foto de leonorakarr
18 mayo 2009
Muere Benedetti
17 mayo 2009
Poema de Angela Ramos. del libro" Amores de Asalto "
Foto de leonorakarr
16 mayo 2009
Abrazos de náufrago
José Luís Caramés Lage * Francisco Peralta Rodríguez
en el espíritu de aquel tiempo,
añorado ahora para poder estar contigo,
bordando las olas que han llegado a la orilla
con la espuma de todo el mar.
Líneas de angustiosa calma
recogidas en un tiempo corto y azul
hacia las olas que salpican algas verdes,
esculpiendo el mar con sus brazos
en los que nunca se deja de recordar.